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¿Cuándo llegará Internet a mi pueblo?
Este artículo ha sido escrito por una de nuestras dinamizadoras ¡Qué lo disfrutéis!
A todos los que vivimos en el mundo rural nos ha pasado alguna vez: de repente, no hay internet.
Y todos nos hemos visto en la situación de ir a ese punto concreto del pueblo indagando en la pantalla hasta que aparece una rayita que anuncia que justo en esos metros cuadrados tenemos conexión. Esta estampa podría resultar graciosa de no ser porque refleja una triste realidad: según el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, en enero de 2020 el 15% de la población española no tenía acceso a banda ancha en España.
Y por supuesto, la mayor parte de este 15% corresponde a la España vaciada. O desconectada.
Vivimos en la era digital hasta tal punto que la conexión se hace imprescindible para la vida cotidiana y para el buen funcionamiento de las empresas locales. Desde el datáfono de un pequeño restaurante a la gestión de cualquier trámite burocrático, hoy por hoy el acceso a internet ha dejado de ser un privilegio para convertirse en un bien de primera necesidad.
Así que, ¿qué hacemos si a nuestro pueblo no llega una buena conexión? Vamos a ponernos proactivos y a conocer una propuesta llamada “conectividad colectiva”.
Santiago Lamora es el fundador de Ribaguifi, una iniciativa que forma parte de La Era Rural y que ofrece este servicio a pueblos que carecen de un buen acceso a internet. Natural de Benasque, este joven informático lleva desde 2013 trabajando en servicios de internet y telefonía móvil con la convicción de llevar a los pueblos una red de telecomunicaciones abierta y libre.
Santiago nos explica que la conectividad colectiva es una solución que toma el pueblo conjuntamente para solventar sus problemas de acceso a internet. Una idea que nace en 2004 con la plataforma guifi.net. “Consiste en construir la infraestructura hasta el pueblo más cercano donde hay fibra óptica y después conectarlo a cada casa que quiera unirse”, explica.
Desde que comenzó a dar sus primeros pasos, Ribaguifi ha implementado con éxito este sistema en varios pueblos aragoneses: Sos, Eresué, Villanova y Ramastué (Ribagorza, valle de Benasque), Artieda y Mianos (Jacetania).
“El objetivo es contratar a empresas locales así que es aplicable a cualquier lugar en el que exista inquietud, demanda y capacidad técnica”, comenta Santiago, que nos explica que en Artieda lo implantó una empresa de electricidad de un pueblo cercano y que en Villanova, por otra parte, se llevó a cabo "a vecinal" ya que cada vecino aportaba lo que sabía (pasar cable, taladrar para colocar las antenas...).
No hace falta que se involucre el pueblo entero. Es un modelo que también permite que se pongan de acuerdo algunas pocas casas para lanzarse a la piscina. En Villanova comenzaron la experiencia entre 8 vecinos y después se fue sumando gente. En el caso de Artieda sí que fue una decisión del pueblo al completo para la que incluso realizaron una consulta popular.
¿Cuál es el inconveniente? El pueblo o el Ayuntamiento tiene que sufragar los gastos. “El Ayuntamiento tiene la posibilidad de optar a diferentes subvenciones para ofrecer este servicio”, comenta Lamora, que explica que en el caso de Artieda el importe ascendió a 18.000€ € y fue financiado por el consistorio de la localidad a través de una subvención de fondos FEDER (Fondos Europeos de Desarrollo Regional) y ayudas LEADER, gestionadas por ADECUARA. El porcentaje de financiación se repartió así: 50% subvención, 20% fondos propios del ayuntamiento y el 30% restante, a cargo de los vecinos.
Una cantidad que no es muy elevada, sobre todo teniendo en cuenta que la otra alternativa es esperar.
“Dada la alta competencia en el mercado de las telecomunicaciones, recomiendo la opción de la conectividad colectiva en aquellos lugares donde no exista ni vayan a existir a corto plazo alternativas de acceso a Internet de alta capacidad ”, aconseja Lamora. Desgraciadamente, en Aragón existen muchos pueblos en esta situación de limbo a la espera permanente para conectarse a alta velocidad.
ARAGÓN: ZONA BLANCA
Técnicamente estas zonas olvidadas se denominan “zonas blancas”. En este mapa puedes encontrar todos los pueblos que actualmente se clasifican como zona blanca o gris, es decir, a la cola en el mundo de las nuevas tecnologías.
A pesar de que durante la cuarentena del Covid-19 se ha hecho todavía más patente la necesidad de acortar la brecha digital, no parece que la solución vaya a llegar de un día para otro. Según apunta el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, estas zonas blancas “no tienen cobertura de redes de banda ancha, ni tampoco previsión para recibirla por parte de un operador en un plazo de 3 años”.
En este sentido, optar por la conectividad colectiva supone avanzar hacia una conexión de calidad en lugar de quedarnos de brazos cruzados esperando que nuestro pueblo tenga por fin la suerte de entrar en un plan de conectividad.
Como último recurso en zonas donde no hay Internet fijo pero sí cobertura, se puede usar tecnología móvil. Sin embargo, según Lamora “esta opción es un parche, no una solución” debido al límite de datos que se pueden descargar.
Por ello, Ribaguifi también ofrece un servicio de telefonía móvil como forma de complementar el acceso rural a internet.
HACIA UN MUNDO RURAL CONECTADO
Mundo rural y conexión de alta velocidad. Dos conceptos que parecen condenados a verse como opuestos, y que desde Ribaguifi intentan desmitificar: es posible vivir en un pueblo con un buen internet. “Los ayuntamientos, empresas y otras entidades, han interiorizado el mantra de que ellas no pueden hacer nada para mejorar la conexión de sus pueblos y esperan a que una gran compañía les solucione el problema”, señala Lamora. “Persuadir a esas personas de que pueden responsabilizarse de su situación y resolverla es todo un reto”, concluye.
Un reto en lo social y en lo económico que entendemos muy bien los emprendedores del mundo rural, acostumbrados a lidiar en un mercado extremadamente competitivo para sacar adelante nuestros productos y servicios. Las iniciativas locales y rurales, como la de Ribaguifi en el caso de las telecomunicaciones, carecen de capacidad financiera para competir con la guerra de precios de grandes corporaciones.
“Un aspecto fundamental para revertir esta situación es que cambie la mentalidad cortoplacista”, puntualiza Lamora. “Nuestra responsabilidad como emprendedores es comunicar a las personas los beneficios a medio y largo plazo; ser capaces de persuadir para que el cliente sea capaz de postergar la gratificación inmediata”, añade.
Entender que el consumo de bienes y servicios también pasa por una decisión ética es uno de los pilares de la conectividad colectiva. Una iniciativa que refuerza el papel de los habitantes del mundo rural como impulsores de un modelo más justo y equilibrado para con el medioambiente y su territorio.