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De dónde viene el concepto de "lo rural" (y hacia dónde se dirige)

Artículo de Eugenia Nasarre, dinamizadora de la Era Rural

Definir el concepto “rural” podría parecer sencillo si lo hacemos de forma comparativa con lo que denominamos “urbano” siendo a priori su contrario. Sin embargo, las múltiples perspectivas desde las que podemos acercarnos a él hacen complicada la tarea de una delimitación sencilla de sus particularidades. 


Si bien se plantea la idea de ruralidad como la cualidad de lo rural, al buscar el término en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española vemos que no existe una definición para esta palabra. Por el contrario, el término urbanidad si aparece definido como lo “cortés, comedido, atento y de buen modo”. Así pues si entendiéramos ruralidad como lo opuesto a urbanidad su definición sería: lo descortés, atrevido, desinteresado y de mal modo, y por lo tanto tal sería lo rural. 


Etimológicamente, “rural” sustituye hacia la primera mitad del siglo XVIII a rusticidad, que devenía del vocablo rústico tomado del latín rusticus usado en los siglos medievales definiendo a aquél “del campo, campesino” (Corominas, 1987, p. 516).


Desde el punto de vista de la socioantropología y la etnografía se considera lo rural como un fenómeno socioeconómico basado en la preeminencia de la economía del primer sector y desarrollado en áreas rurales que permite construir identidad y es generador de manifestaciones culturales propias. En el caso de la etnografía además es un lugar de conservación de abundante patrimonio inmaterial sobre el cual se trabaja para su salvaguarda. 


Los estudios más recientes analizan lo rural como un espacio de transformación tanto productiva como en el sistema de estratificación y las formas de vida cultural ligadas a tales formas de estructuración social, aunque mantienen algunos rasgos tradicionales conservados como parte de un ritual ideológico y falto de sentido, puesto que han perdido parte de su simbolismo asociado a los habitantes de este espacio (Moreno, 20179).


La geografía física separaba hasta hace algunas décadas la geografía rural de la urbana basándose en la ausencia o presencia de determinados servicios que, en la actualidad, gracias al desarrollo tecnológico ya están presentes en el campo. Con todo, define lo rural como un espacio donde predominan las actividades humanas relacionadas principalmente con el sector primario. 


Para las políticas europeas y autonómicas, el mundo rural es un espacio que necesita ser cohesionado con el resto de territorio social y económicamente y, en consecuencia, objeto de diferentes programas que promueven el mantenimiento de un sector agrícola sólido, sostenible y competitivo y además establezcan condiciones de calidad de vida equiparables para todos los habitantes, con independencia del lugar donde residan. 


Para ello se usan herramientas de medición que caractericen la intensidad del asentamiento y generen áreas físicas en función de su urbanización de manera que determinen las políticas públicas a implementar en cada una de ellas. 


Así por ejemplo, la UE usa, entre otras, la metodología DEGURBA que busca caracterizar la intensidad del asentamiento en áreas donde reside la población con el objetivo de definirlas y categorizarlas; y el Índice Sintético de desarrollo Territorial usado por el Gobierno de Aragón evalúa el nivel de desarrollo territorial de los municipios y comarcas aragonesas con base en indicadores de situación de los distintos factores territoriales de desarrollo necesidad de los territorios.


De reciente creación es la Red Rural Nacional nacida en 2013 como respuesta al reglamento europeo 1305/2013 artículo 54 que dicta la obligación de redacción de un informe anual de ejecución del programa FEADER (Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural). Entre otras, su misión es informar y concienciar a la población española sobre la importancia que tiene el medio rural desde múltiples punto de vista. De aquí podríamos deducir que existe la necesidad de visibilizar el mundo rural y dotarle de “importancia”. 


Desde el punto de vista del turismo, el mundo rural se considera, desde hace algunas décadas, sector de atractivos varios, culturales y naturales, y lugar sobre el que implementar el uso de recursos que diversifiquen la economía. Se ha potenciado la creación de alojamiento rural y paquetes o experiencias e incluso, en el año 2011 el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA) a través de la Red Rural Nacional editaba un Recopilatorio de Buenas Prácticas en Turismo Rural donde se exponían casos de buenas prácticas.


A este enfoque se le ha añadido un componente sentimental que idealiza algunas formas de vida tradicionales y ocupaciones ancestrales como el pastoreo. Sirva de ejemplo una ¿innovadora? modalidad de turismo, denominada pasturismo, en la que, al parecer, el turista puede hacer una inmersión en los trabajos propios del oficio de pastor (Monllor y Soy, 2015)


En el ámbito de la gestión cultural el mundo rural es un espacio en el que, a través de mecanismos como la interpretación del patrimonio mediante su puesta en valor, la educación patrimonial o la didáctica del patrimonio, la digitalización y uso de nuevas tecnologías, etc., busca la socialización e identificación con los bienes patrimoniales como generadores de identidad y especificidad, intentando, todavía, modificar la visión ilustrada y distante que tradicionalmente se ha tenido de ellos. 


De todas estas perspectivas podríamos deducir que el mundo rural es una cosa u otra en función del punto de vista o la ciencia que lo estudie. 


En mi opinión el mundo rural es un espacio que se enfrenta, al igual que el mundo urbano, a los rápidos cambios que vive la sociedad contemporánea, que fluye, a expensas de decisiones económicas muy alejadas de su medio, a un ritmo diferente al del medio urbano pero no ajeno a esta nueva revolución en la que estamos inmersos y que nos encamina a una profunda transformación de las formas de producción, económicas, políticas, sociales y culturales.